ran parte de la exploración de todo el Occi- venezolano y de todo el territorio, incluso el ;o, se hizo bajo la fascinación de ese mito, en de esa riqueza infinita. Los españoles del si- /I se.habían habituado a encontrar en Améri- rezas muy grandes, las que hallaron en Méxi- uego en el Perú. Esto les hacía pensar que po- ncontrar todavia otras mayores. Por lo tanto, roclives a creer cualquier mala interpretación tlquier reseña recibida o malentendida de los , y creer que existía una ciudad mucho más ue las otras, donde el oro iba a ser práctica-
Piezas de orfebrería de las civilizaciones amerin¬dios precolombinos.
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mente un material de construcción, donde los guija¬rros de las calles iban a ser diamantes, rubíes y es¬meraldas. ¥ eso estuvo asociado con lo que llama-mos hoy territorio de Venezuela porque se pensó que El Dorado estaba o en alguna región de los lla¬nos o en alguna parte de lo que hoy llamaríamos la Amazonia o la Orinoquia, toda esa región que se extiende entre el Meta, el Orinoco y el Amazonas. Es por allí que los buscaron y lo estuvieron tratan¬do de encontrar durante más de un siglo en expedi¬ciones increíbles.
Estas expediciones partieron de Coro bajo la inspiración de los gobernadores alemanes y del primero de ellos, Ambrosio Alfinger. Penetraron con sacrificios inmensos, salían de aquella ran- cheria doscientos hombres y al cabo de
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íat'ro años regresaba la tercera parte de [trechos, miserables, sin haber encontrado o, desde luego, y habiendo dejado de cada bres, dos muertos, o por las flechas indíge- r las enfermedades, o por la miseria, o por e. Este es el otro contraste. Así como Coro ma ciudad y no hay ciudad, y tiene un ca- o tiene dónde reunirse, y tiene una catedral choza, y luego de eso, de la desproporción realidad y la concepción ideal de lo .que san ser, surge este otro contraste increíble niseria extrema en que vivían, careciendo >in tener qué comer, ni casas, ni trajes. Te- s cuentas que se hacían entonces de la pri- ninistración española y tenemos, lo que es esante, los inventarios de los bienes de di-
1. Orfebrería precolom¬bina.
2-3. Selva tropical.
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funtos. La mayoría de esos hombres perecían y de-jaban herencias que consistían en un peso, en un peso y medio, un par de calzas viejas, en una vieja espada, eran todos los bienes que tenian en este mundo después de haber entregado la vida en busca de la más fabulosa riqueza con que los hombres han soñado. De modo que ese contraste entre la ri¬queza soñada, inmensa, y la realidad y miseria ex¬trema, como el contraste entre la ciudad ideal y lo que era aquella ranchería miserable, forma parte de nuestra herencia moral. Hemos sido nominalistas, hemos pensado siempre que las cosas se crean nombrándolas y no haciéndolas, y esa es una he¬rencia que nos viene desde la fundación misma de nuestra Historia, desde el comienzo de esa primera gobernación de Venezuela.
A mediados de 1498, tres veleros se acercan a Trinidad. Aquí comienza nuestra Historia y termina la Prehistoria. En esos tres veleros Cristóbal Colón y un grupo de españoles que lo acompañan en su tercer viaje a América. Estos hombres representan la mentalidad caracterizada del segundo personaje de nuestra Historia. Durante miles de años no tuvimos sino el indio americano, ahora aparece el europeo en la figura de Colón y de sus compañeros. ¿Quiénes eran ellos? Unos españoles del siglo XV, unos hombres imbuidos de una idea religiosa profunda, que venían de una herencia de lucha contra los infieles, con un gran propósito de unidad y de predominio de la fe católica como la misión fundamental del hombre. Traían una herencia greco-latina, una herencia cristiana, una militancia de afirmación de la fe y acababan de encontrar un mundo desconocido. Nunca habían visto un indio, nunca habían estado en contacto con una tierra semejante a América, de modo que fue un encuentro total y nuevo que
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